Don Ricardo
Don Ricardo...
En medio del tumulto la gente abarrotaba las aceras del parque de Atenas, no hay campo. La gente desea ver pasar el desfile de las y los boyeros que entran por la esquina Noreste del parque. El sol se luce como es típico en la ciudad con el mejor clima del mundo. Las carretas van apareciendo una a una por la esquina, el sonido de sus ruedas es indiscutible al golpear el pavimento. Las carretas, sus bueyes y dueños lucen sus mejores galas. Machete amarrado a la altura de la cintura, buen chonete, pañuelos rojos y azules amarrados alrededor del cuello.
La gente de aquí y de allá toma las calles y toman fotografías de los representantes del boyeo costarricense. Los boyeros y las boyeras se detienen cada 20 metros para que la gente se tome fotografías con las bestias. Los boyeros muestran sus dotes de domadores al lograr que los bueyes de más de 300 kilos se queden quietos y permanezcan con sus cabezas en alto. Todo está listo para una linda captura digital. Las cámaras tienen hambre de lo nuestro y sus estómagos no se detienen, quieren llenarse de cada rostro, carreta y detalle.
El parque está que revienta. Hay chinamos o puestos con todo tipo de ventas: chifrijo, arroz con leche, vigorones, churros, granizados, empanadas, refrescos etc. Además hay ventas de artesanías, ropa, pollitos, perros y gatos. En el centro del parque se improvisa un karaoke y salen a relucir las rancheras. La gente lleva al parque sus propias sillas, mecedoras cada una quiere el mejor puesto, la mejor sombra.
Para nuestra familia, Atenas no solamente es un lindo lugar para darse un paseo familiar, sino es recordar un poco de nuestras raíces. Nuestra Abuelita paterna vivió sus mejores años en estas lindas tierras de buen sol, magos y amigos. De niño mi padre me llevaba a la casa de mi abuela Tillita. Cada día Abuela me preparaba una lista de los famosos mandados y me enviaba al mercado municipal a hacer las compras típicas: tortillas de donde Nenita al pie de la Cuesta… carne de la carnicería de Memo en el centro del mercado… pasar dejando un recado a alguna amiga de abuela… comprar una botella de sirope para el fresco de frutas del almuerzo. Recuerdo que me gustaba sentarme en el corredor de la casa y ver las carretas bajar y llevar sus cargas al mercado de Atenas. Leña, lecheras, café, verduras, etc. En algunas oportunidades y a escondidas de Abuela me subía en las carretas y me llevaban desde la casa de Tillita hasta el mercado. Era un recorrido de más o menos un kilómetro. En varias oportunidades los boyeros al pasar frente a la casa de Abuela la saludaban y le decían ayer llevé a tu nieto en carreta al mercado y por supuesto la jalada de orejas no se hacía esperar.
Bueno vuelvo a la actividad en el parque. Es normal que en estas actividades con tanta gente uno no repare en detalles y que el bosque de gente nos haga perder lo singular. La gente está concentrada en ver pasar la entrada de los boyeros. La gente aplaude su paso. Ahí en medio del tumulto localizamos a don Ricardo un buen representante de la edad de Oro, un lindo abuelito ateniense. Todos pasan a la par de él pero no le ven, don Ricardo esta de cuclillas arrecostado a un árbol de mango. Su rostro es testigo silencioso de todos los cambios que se han dado en su querida Atenas. Sus arrugas muestran las jornadas de trabajo y la acumulación de calendarios. Mi hermano José y yo nos acercamos a don Ricardo y nos agachamos para hablar con él. La gente continua de aquí para allá, todos tienen prisa corren al otro lado del parque al costado de la soda San Martin. Quieren volver a saludar y fotografiar a las boyeras y boyeros. Mi hermano y yo seguimos con don Ricardo, el es un artesano que le saca yutas de bueyes a la madera. El hace parir cada trozo de cedro. Cada parto nos da un par de bueyes, carreta y yugo. No hace falta hablar mucho con él para sentir su belleza y oler un poco de su historia de vida. No es el típico rostro que una revista desea tener en su portada, pero nuestras cámaras si son cautivadas por el Abuelo ateniense.
Don Ricardo conoce de mercadeo y sabe que ese día el parque estará lleno de gente tratando de conectarse un poco con nuestras raíces. Gente que desea tener un encuentro con su pasado, disfrutarlo en el presente y capturarlo en sus cámaras para el futuro. Don Ricardo trae consigo sus obras, sus tallas en madera. Bueyes y carretas en cedro. Me cautiva ver la forma en que negocias sus yuntas. Sobre sus manos a media altura y siempre de cuclillas muestra las yuntas. Sus ojos buscan directamente los ojos de los curiosos. El no menciona el precio hasta que la gente lo pregunte. Sus obras son dominadas por los azules, blancos, negros y rojos. Sus obras probablemente redondean un mejor y digno ingreso para hacerle frente a la edad de Oro… Oro para tener alimento cada día… Oro para tener salud cada día… Oro para dar gracias a Dios por poder caminar… Oro por tener amigos.
Mi hermano saca de su bolsa la cantidad de dinero para pagar aquel par de bueyes y su carreta. Nos levantamos y seguimos caminando. Con nosotros llevamos una parte de Atenas, llevamos una parte de don Ricardo el abuelo artesano.
Son estos pequeños y fugaces encuentros lo que hace linda la vida.
Son estos pequeños y fugaces encuentros los que me hacen dar gracias a Dios por amar lo nuestro, lo sencillo, lo campesino, lo artesanal.
Alejandro Guevara M.13 de Mayo 2009.
Mata de Plátano, Goicoechea. Tiquicia.